martes, 15 de diciembre de 2015

En el techo de Chile

... A veces las cosas simplemente se desarrollan frente a ti para que los hechos ocurran. 
    
                                ... 5800 msnm. Refugio Tejos, y aquí me encuentro como por arte de magia. Nunca lo planee así, las cosas solo se dieron. El cielo arrasa fuertemente en las afueras del refugio, el sonido de una locomotora que ruge en la montaña me hace recordar que  todavía la suerte no esta echada, ya veremos mañana en la madrugada que es lo que nos depara el destino.



... 4 de la mañana, la alarma suena, la locomotora no ha parado, nos miramos cara a cara y decidimos afrontar el desafío. Mal que mal, siempre esta la posibilidad de regresar a nuestra guarida. Nos ponemos nuestros trajes lunares hechos de pluma y fibras sintéticas y salimos de nuestro refugio. 

 Las condiciones son adversas, nada de amigables, pero a veces, nuestra porfiades puede mas, lentamente avanzamos entre acarreos interminables que nos quitan el respiro. Lentamente ganamos elevación en un camino que parece interminable, el viento nos castiga como esclavos en la montaña, nos bota, nos tortura. Nos dice que nos detengamos, que no somos dignos de subir, y es ahi cuando nuestra porfiades  nos sigue jugando a favor, años de vida en las inclemencias de la montaña nos ayudan a hacer esta ascensión mas llevadera.

Al final del camino.

Subiendo los interminables acarreos
del Ojos del Salado

... Finalmente, luego de horas y horas de marcha podemos ver la cumbre que se revela ante nosotros como un objeto de deseo, ya no hay vuelta atrás, vamos por ella como hipnotizados en un limbo de frío y viento. Los últimos metros se transforman en  una batalla ahora los 120 kilómetros por hora de viento luchan con nosotros para mantenernos alejados de la cumbre. Lentamente avanzamos los últimos metros, que entre pequeñas escaladas y danzas con el viento nos ponen en el punto mas alto de Chile y el segundo de Sudamerica. Nos quedamos  sentados  ahi, con una sensación de logro, pero sabiendo que cada minuto que pasa es un minuto que nos sigue exponiendo a condiciones no aptas para un ser humano. 
El frío nos hace reaccionar y así comienza nuestro descenso.



Con 120 kilometros por hora, imposible estar parado en la cumbre.