Patagonia,
es conocida como una de las ultimas fronteras para el montañismo, un lugar
mágico donde nuestras fortalezas y temores se ponen a prueba tanto por los
desafíos técnicos como por las condiciones climáticas. No me considero
necesariamente un montañista o un escalador, creo que cuando llega la hora de
definirme, la palabra mas cercana que se me viene a la mente, es
expedicionario. Una de las cosas que me despiertan a la vida, es el sentido de la aventura, esa aventura que
planeaste durante mucho tiempo, pero que realmente comienza cuando las cosas no
marchan en la forma que lo esperabas. Es así como en los últimos anos he tenido
la suerte y la determinación de pasar mis veranos en Patagonia. Y si,
posiblemente cuando pronuncio la palabra Patagonia la mayoría de ustedes estará
pensando en lugares míticos como el Chalten o las Torres del Paine, pero he
aquí la diferencia, mi Patagonia es una tierra desconocida para muchos y
familiar para pocos. Si, a eso es lo que me refiero, a esa tierra que
todavía tiene aires mágicos para explorar, aquella que se
esconde en mapas sin información, cerros sin nombre y senderos que definitivamente no existen. Todavía quedan millones de rincones como esos, tan
solo hay que disponer del tiempo (bastante) y estar dispuesto a la
incertidumbre de lo que no podemos manejar.